dijous, d’agost 31, 2006

divendres, d’agost 11, 2006

El Codigo da Vinci






Aprovechando la todavía popularidad, tirón o márqueting inmejorable del best seller más querido y más odiado al mismo tiempo, quiero dar mi opinión sobre el mismo, aunque un poco tarde, quizás.
Polémicas a parte, yo, toda una mujer llena de prejuicios, me negué cierto día a leer una pizca de esta literatura mal llamada histórica. Prefiero, ahora, utilizar el termino "novela de misterio o suspense". Y no penseis que me dejo llevar por la críticas, no. Nunca más lejos de la realidad. Solo que, el poco tiempo que tengo para leer, prefiero dedicarlo a novelas costumbristas de las cuales soy una ferviente admiradora y a las que intento imitar desde el punto de vista de escritora novel. Pero aborrezco todas aquellas basadas en un contexto histórico determinado. Contra gustos ...
A lo que iba ... Hace escásamente un mes, cuando nuestro hijo se encontraba de campamentos en el pirineo catalán, mi marido me ofreció ir al cine. Y ya se sabe que en verano las salas están casi vacias. Los que nos quedamos en la ciudad, preferimos chapuzarnos en una piscina que ir a ver un film de baja calidad. Quizás sea por eso que las superproducciones se reservan para cuando acecha el frio. Preferimos hacer una cola inmensa para guarecernos en una sala abarrotada de gente con el fin de disfrutar de un peliculón que al cabo de nada tendremos en DVD, que salir a la calle a pescar un buen resfriado que nos haga hacer cama una semana.
Pués bien, la única película en aquellos momentos que merec�a la pena era "El Codigo da Vinci" que ya llevaba un buen tiempo en cartelera. Haciendo caso omiso de mis prejuicios, cedí a los gustos cinematográficos de mi marido y entré aunque con recelo.
Cual fué mi sorpresa cuando a los pocos minutos de haber empezado a verla, me enganché de tal manera que ya no pude despegarme de la pantalla ni del envolvente sonido surround. Me encantó! Esa mezcla de acción, religión, misterio, conspiraciones, asesinatos, simbología, esoterismo y esa alabanza hacia la mujer, tan desprestigiada por el cristianismo, encarnada en la figura de Maria Magdalena.
Al salir de la sala, solo deseaba compartir con mi esposo todo aquello que habíamos visto i/o interpretado. Todo eran preguntas que deseaban encontrar respuestas.
Hay películas que simplemente distraen tu mente, que para ciertos momentos tienen su utilidad. Pero como ésta, las hay que te hacen reflexionar y replantearte muchas cosas. Te hacen ser crítico. Miras, escuchas y sacas tus propias conclusiones. Sin manipulación alguna. Eso es lo que le pido a un argumento. Por otro lado, aunque suene típico, también valoro el trabajo de los actores, como Tom Hanks que estuvo espléndido, aunque hay gente que opina lo contrario, y como no, la escenografía que aunque con luz oscura, consigue ese ambiente tenebroso propio de películas de este calibre.
Salí entusiasmada. Todos mis prejuicios se fueron al traste. Orgullosa de no dejarme llevar tampoco por quien arremete contra ella, comparándola inevitablemente con la lectura del libro de Dan Brown. Pero como para poder responder a las críticas uno debe informarse, ni corta ni perezosa, cogí prestado el best seller a mi querido hermano y empecé a leer con una motivación superior después de haber visionado la trama, bastante fiel a la película, y no paré hasta terminarlo. Lo devoré en unas seis horas, repartidas en tres días aproximadamente. Reconozco que me enganchó de tal manera que perdí la noción del tiempo y del espacio. Pero dejando de lado el reto, lo degusté como el mejor de los manjares, y luego sí pude opinar con conocimiento de causa. Mi conclusión fué la esperada: no es la película ni mejor ni peor que el libro, simplemente el formato varía por una simple cuestión de tiempo. Personalmente, el haber visto la película a priori, motivó en mi una lectura del libro entusiasta, cosa que si hubiese sido al revés, empezar por el libro ... creo que me hubiese costado encontrar el filón y hubiese caído en el aburrimiento, y entonces sí que hubiese rechazado la proposición cinematográfica. Hubiese sido una pena.

dimarts, d’agost 01, 2006

Anaïs Nin


LA NEUROSIS (Anaïs Nin)

Encontramos en Freud que la neurosis es el resultado de un conflicto entre el individuo y su medio, conflicto que nace a consecuencia de una negación en la persona a tener una poderosa tendencia dominante que existe dentro de ella misma y procurarle una descarga. En la teoría de Freud, los síntomas neuróticos resultan de la interacción entre los impulsos instintivos que luchan por manifestarse y las estrategias defensivas. La persona se defiende por medio de mecanismos de represión sin ningún resultado. Por otro lado, Freud nos dice también que la etiología común de la enfermedad mental es siempre la frustración, el incumplimiento de deseos infantiles, jamás dominados y que se arraigaron hondamente en la mente del enfermo. La neurosis extrae del mundo de la imaginación y de la fantasía el material necesario para sus productos, hallándolos por medio de la represión a épocas reales anteriores y más satisfactorias. El mecanismo que se activa en la neurosis, según Freud, es no solo una pérdida de la realidad, sino una sustitución de ella. En consecuencia, la neurosis es una expresión de la rebeldía contra el mundo exterior, una incapacidad para adaptarse a la realidad.
Para Horney, la mayoría de los trastornos neuróticos provienen de una ansiedad que el individuo trae consigo desde la niñez. El niño siente hostilidad hacia sus padres por las órdenes que estos le imponen, las cuales le causan profundas frustraciones. El problema comienza cuando estos sentimientos hostiles son muy intensos pues el niño se alejará de sus padres quedándose sin el amor y las atenciones que necesita. El niño así afectado continúa creciendo de esta manera hasta llegar a ser un adulto que recurrirá a todo tipo de mecanismos de defensa para no sentirse desamparado y sin afecto.
Para Fromm, el enfermo neurótico es aquel individuo que no se deja someter, que no estuvo dispuesto a perder su identidad en aras de la adaptación y de la "normalidad" dentro de la sociedad. Resulta entonces que el neurótico, no pudiendo ir en contra de la corriente de la sociedad, se retrae y refugia en la enfermedad, en la neurosis.
Otro punto de vista que es imprescindible considerar es el de Foucault. Para él, la neurosis se desarrolla en el individuo que vive en cierto medio y que posee ciertas características psicológicas. No todos los individuos de una misma comunidad son neuróticos pues existen ciertas condiciones sociales en el medio en donde viven que los hacen más vulnerables a sufrir la enfermedad.
En la neurosis se sabe lo que hay que hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo, por qué hacerlo, pero no se hace, y que, por otra parte, el mismo hecho de no hacerlo ocasiona o determina una reacción desagradable, molesta, de frustración, de inadecuación.

Aramoni nos dice en una parte de sus textos : "Los mejores hombres de una sociedad no son necesariamente los obedientes, sumisos y obsecuentes. Algunas veces son los que no se pliegan ante las indicaciones convencionales de un grupo determinado.

Obras i reflexiones de Anaïs Nin:

“Delta de Venus”
"Under a Glass Bell"(Bajo una campana de cristal)
“La seducción del minotauro"
“La casa del incesto"
"Escaleras hacia el fuego"
"Invierno del artificio"
"Un espía en la casa del amor”

Anais Nin(Francia, 1903-1977)

Escritora francesa que vivió la mayor parte de su vida en New York. Perteneció a un grupo de escritores que buscaba encontrar una forma de vida ideal, entre ellos podemos mencionar a D.H. Lawrence, H.G. Wells, y Henry Miller. Éste último fue quien la descubrió y quedó impactado tanto por ella como por su obra. Según sus propias palabras Nin había descubierto una literatura femenina y sería la única capacitada para romper con la escritura tradicionalmente patriarcal. No fue sino a este momento que sus textos fueron reconocidos por la crítica, aún cuando resultaban demasiado escandalosos para ser publicados por alguna editorial, por lo que ella los publicaba con su propio dinero. Su vida fue licenciosa y esto se muestra en toda su literatura en especial en los diarios. Los Diarios (ocho en total) eran para ella un amigo, incluso su único amigo. Según ella misma lo expresa, no hay hombre o ser capaz de corresponder su cariño y su amor. Nin fue narcisista por lo que era muy solitaria y sentía que nadie la podía comprender o amar como lo necesitaba. Sus relaciones que llegaron a todos los extremos, incesto y homosexualismo, fueron una manera de tener poder en un momento en que para una mujer esto era imposible. Por eso, sus diarios son fundamentales en el desarrollo cultural de la mujer, además de que resultan un interesante documento de su vida, son la evidencia de la lucha de una escritora por ser reconocida y valorada como ser inteligente e intelectual. Anais Nin inició sus diarios cuando tenía trece años y no dejó de escribirlos hasta su muerte.
“Cuando quedas atrapado en la destrucción, debes abrir una puerta a la creación. Sólo me importa mi propio juicio. Soy lo que soy.”
"La sexualidad pierde su fuerza y su magia cuando se hace explícita, automática, exagerada, cuando se convierte en una obsesión mecánica. Llega a ser aburrida. Usted nos ha enseñado mejor que nadie lo erróneo que es no combinarla con la emoción, la sed, el deseo, la lujuria, los antojos, los caprichos, los lazos personales, las relaciones más profundas, que cambian su color, su sabor, sus ritmos y sus intensidades."
"Lo que se pierde con su análisis microscópico de la actividad sexual y la exclusión de todo lo demás, sin el combustible que la enciende: lo intelectual, lo imaginativo, lo romántico, lo emotivo. Es todo esto lo que da a la sexualidad sus sorprendentes texturas, sus sutiles transformaciones, sus elementos afrodisiacos."
"No hay dos pieles que tengan la misma textura, nunca hay la misma luz, ni la misma temperatura ni las mismas sombras, ni tampoco el mismo gesto; porque el amante, cuando está encendido por un verdadero amor, puede recorrer la interminable historia de tantos siglos de cuentos de amor. Una enorme gama, enormes cambios de época, variaciones de madurez e inocencia, perversidad y arte, animales graciosos y naturales."

La neurosis, escribió una vez, es la manifestación de una imaginación y unas energías desencaminadas, una neurosis es una obra de arte fallida, y el neurótico un artista fallido.

Los DIARIOS DE ANAÏS Nin permiten ver en lo profundo de esta alma enamorada de la belleza y del arte, y nos recuerdan que entender una existencia humana como digna materia prima del arte literario no es un error. De acuerdo con Erica Jong, "Anaïs Nin ha logrado expresar todo lo que los libros de mujeres han dejado de lado durante siglos [...] No sólo rompió el tabú sino que tuvo la audacia de escribirlo [...] Lo que Nin ha creado es nada menos que un espejo de la vida. Las fluctuaciones de estados de ánimo, del odio al amor, que marcan nuestra frágil humanidad son vistas en proceso, como nunca antes. Hacía lo que Proust, Joyce y Miller estaban haciendo, pero desde una conciencia femenina [...] Sea adorada o detestada, lo importante es que sea leída".
Siempre piensa que una puerta cerrada o una persona o una situación suponen obstáculos; sin embargo los obstáculos verdaderos siempre están dentro de uno mismo.
Anaïs Nin es el recordatorio constante de que las emociones embellecen la vida, de que si se emprende la búsqueda del significado de cada acto de nuestra vida, con el paso del tiempo saldremos enriquecidos. Siempre que pienso que todo es banal, recuerdo la magia que Anaïs siempre supo crear a su alrededor, reconociendo el talento de quienes le rodeaban, brindándose amorosamente, principalmente a la vida.
“Este diario es mi kif, mi haschish, mi opio (...). En lugar de escribir una novela, me tiendo con una pluma, este cuaderno y sueño (...). El sueño es mi verdadera vida. Veo en él los ecos que me devuelven las únicas transfiguraciones que conservan lo maravilloso en toda su pureza. Fuera, toda la magia se pierde. Fuera, la vida revela sus imperfecciones".
"Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo. Libre o no libre, casado o soltero, heterosexual u homosexual, son aspectos que varían de cada persona. Hay quienes son más expansivos, capaces de varios amores. No creo que exista una única respuesta para todo el mundo", señala Anaïs Nin.
“Siempre hubo en mí, al menos, dos mujeres: una mujer desesperada y perpleja que siente que se está ahogando y otra que salta a la acción, como si fuera un escenario, disimulando sus verdaderas emociones porque ellas son la debilidad, la impotencia, la desesperación y presenta al mundo sólo una sonrisa, impetu, curiosidad, entusiasmo, interés.”
Se construyó para sus lectores imaginados, presentando en sus páginas una imagen cuidadosamente estilizada, apasionada y misteriosa... mientras internamente ocultaba en un laberinto literario de espejos su vida apasionada y tumultuosa y a veces dolorosa e insegura.
"La vida de todos los días no me interesa. Busco únicamente los grandes momentos".
“Vivo en una especie de horno de afectos, amores, deseos, invenciones, creaciones, actividades, ensueños. No puedo describir mi vida con hechos, con lo que ocurre o con lo que hago, sino con lo que surge dentro de mí y con lo que se crea a partir de todo eso”.Mujer entregada, mujer amorosa, mujer sensual, mujer creativa. Mujer.Sólo buscaba que la amaran y por esa búsqueda cambió la vida de todos los que hicieron. Antes de amarla y después. Nada que ver. Intensidad. Fuego.Un soplo de aire fresco, de primavera olorosa, poesía andante, provocación.
“No necesito sufrir más. Me he creado un alma, tan grande como el mundo, que gotea por todas partes y he de resistirme para no llamar al fontanero".
"Uno encuentra lo extraordinario en proporción a su propia rebelión contra lo ordinario."
"La vida se dilata o expande en proporción al propio coraje."

Jocs de seducció

El darrer petó amb el Francesc es va allargar més del compte, i se’m va fer tard. Havia d’ésser a l’estació d’autobusos a tres quarts de nou, i ja eren un quart. A més, era fosc i plovia, i jo sense paraigua. Així és que vaig decidir agafar un taxi. Parant estoicament l’aiguat, però sense aturar les meves passes, vaig aguaitar a veure si n’albirava algun de buit. Però, tots desfilaven plens.
Passats uns minuts, amb els cabells ben xops per la pluja, en vaig veure un que exhibia, providencialment, la seva llum verda. Vaig alçar la mà a corre-cuita per a demanar-lo. Però, en aquell precís instant, vaig observar que tu feies el mateix gest uns metres més enllà. Malgrat que els meus ulls enutjats et travessessin de ràbia, eres tu qui l’havia demanat primer. I era per tu que s’aturava. Llavors, em vas tornar la mirada, una mirada molt diferent de la meva, i em vas somriure amb indulgència, lluint unes precioses i ben posades dents blanques.
Va ser un moment d’indecisió, però que vas saber resoldre’l amb naturalitat. Em vas fer venir amb la mà i, gentilment i de pressa, em vas obrir la porta de la dreta i m’hi vas fer pujar, alhora que tu t’hi vas encabir per l’altra. Ja dins, un sospir de sonoritat intencionada va sortir de la meva boca. I seguidament, vaig esprémer els blens de cabells, amarats d’aigua de pluja, sobre la catifa de goma que jeia al terra; i em vaig passar les mans per la cara, també xopa, enduent-me per davant tot rastre de maquillatge.
-On els duc, senyors?
Un silenci ple de complicitat es va apoderar de l’habitacle. Mentre posava el taxímetre en marxa, el taxista esperava la resposta. I tu, com si sentissis ploure, vas tombar el cap en direcció a la teva finestra deixant-me dir a mi.
-Al carrer Ali Bei, davant de l’estació d’autobusos, si us plau.
A mig metre de tu, el meu cos es va esborronar. Però no de por, no. Llevat d’incomodar-me la teva presència, em sentia millor que mai. Era una sensació ben estranya. Pujar en un taxi amb un desconegut no era d’allò més normal, era del tot imprudent o, si més no, una situació compromesa. Però l’emoció que em produïa era tan gran que vaig deixar de banda la sensatesa que sempre m’havia caracteritzat i em vaig deixar endur per les lleis de la natura.
Em vas atreure des del primer instant que et vaig veure. El teu encantador somriure que deixava entreveure la dolçor dels teus petons; una mirada penetrant que transmetia un efluvi de sensacions al meu cervell; els teus cabells llargs i grisos, ara xops i esbullats per la pluja; i un cos irresistible amagat darrere d’una gavardina color camel. Però això sols era el principi.
Tímidament, em vaig arronsar a la porta repenjant el cap al vidre glaçat. Mentre tu, lenta i descaradament, t’anaves acostant cap a mi, encerclant-me en un cau d’on no em podia escapar. Jo, amb indiferència aparent, continuava esguardant la pluja que lliscava pel vidre entelat. Tu, deliciosament insolent, resseguies amb els ulls el meu perfil gràcil. I jo, que em sabia mirada, et deixava fer. Trencant l’absència de moviments, vaig pentinar els meus cabells negres, encara amarats d’aigua de pluja, cap endarrere, amb la meva mà tremolosa. La teva, va fregar subtilment el borrissol de la meva jaqueta de moher. Llavors, un pessigolleig va recórrer tot el meu cos. El cor se m’escapava per la boca. Suada, vaig descordar-me el segon botó de la brusa, i aquesta es va desbocar, i ara podies entreveure els meus pits insinuats darrere el sostenidor minúscul que els subjectava. I jo que ho sabia, que te’ls miraves. Però no gosava esguardar-te, tot i que me’n delia de ganes. Pressentia els teus ulls clavats al meu clatell. Uns ulls negres, grans, seductors. Una mirada càlida, serena, transparent.
Durant el trajecte no ens vam dirigir ni una sola paraula. No calia. Els nostres cossos parlaven per ells mateixos. El taxista va accelerar la marxa per poder travessar un semàfor en ambre. Llavors, al tombar cap a la dreta, ens vam precipitar l’un contra l’altre. I vaig notar l’escalfor del teu cos. I l’olor que desprenia la teva suor, mesclada amb el perfum car que duies al coll. I el tacte de la teva mà postrada, casualment, sobre la meva cuixa. I el teu alè, una mescla de caramel de menta amb vainilla aromàtica.
No gosava obrir la boca, per no destorbar el silenci. No gosava moure’m, per no acomiadar el desig. Però, em delia de girar-me i buscar-te la mirada, i esborrar la distància que ens separava. I ho vaig fer. I, quan els teus ulls i els meus s’enlluernaven mútuament, la teva mà juganera va desplaçar-se, lentament i conscient, sabent que no era el focus d’atenció, a un dit dels meus malucs. Per bé que no els tocaves, podia percebre la calentor del teu palmell traspuant la llana verge de la meva faldilla. I en aquells moments de tensió continguda, desitjava que el taxi tornés a tombar per a tenir-te un altre cop a prop meu, i que ja no te’m separessis.
Però no sols no va haver-hi més tombs, sinó que ens havíem parat en sec. Un embús de trànsit va obligar-nos a restar aturats una bona estona. Les agulles del meu rellotge semblava que anaven més de pressa que les de la resta. Tan aviat va poder, el taxista va fer un gir cap a l’esquerra i va enfilar-se carrer avall, per sortir davant mateix de l’estació.
-Són quatre amb cinquanta.
Tu vas treure cinc euros de la butxaca i, sense esperar ni tan sols el canvi, vas sortir en fora, amb mi. Encara plovia. Em vas protegir de l’aigua cobrint-me amb la teva gavardina tres quarts, i passant-me el braç per darrere la meva esquena. Vam entrar dins de l’estació tan ràpidament com vam poder. Però, ja no calia córrer. Eren tres quarts i cinc de nou. L’autocar ja no era a l’andana cinc, d’on sortia cada dia a la mateixa hora.
-Em sap greu.
La teva veu em va ressonar preciosa. Les teves paraules se succeïen plàcidament sincronitzades amb els teus gestos. M’agradava escoltar-te. I mirar-te. I tocar-te. El cor em bategava molt de pressa; un no-sé-què em pujava i baixava de la panxa; els meus ulls, més oberts que mai, em lluentejaven; i les meves galtes mostraven un rubor que m’afavoria.
Però i ara, què faria? L’autocar de tres quarts de nou era el darrer. Com tornaria cap a casa? Llavors tu, endevinant el motiu del meu neguit, te’m vas dirigir dolçament, fregant amb l’índex doblegat la meva barbeta.
-On t’he de dur?
-No et molestis.
-Va, digues.
-Visc a Vilafranca.
-Vine, acompanya’m. Visc dos carrers més enllà. Pujo en un no-res a buscar les claus del cotxe.
-Em sap greu, de veritat. No tens perquè fer-ho.
-Ho faig amb molt de gust.
El soroll humit de les nostres sabates fent contacte amb les llambordes del terra, ressonava pels carrers foscos i rònecs que travessàvem. No s’escoltava res més. Era com si el món s’hagués aturat davant nostre. Com si la remor dels cotxes hagués donat pas al nostre silenci. Abraçats com dos enamorats primerencs, ens vam abandonar a les regnes del destí...
-Ja hi som. Vols pujar?
Hagués pogut dir que no. Que m’esperava asseguda a l’escala. Però el cert és que, quan em vas oferir de pujar, no m’ho vaig pensar dues vegades.
Cometent la segona imprudència del dia, vaig acompanyar-te a buscar les claus, sí. Vivies en un apartament petit, amb tan sols dues finestres que donaven al carrer. Un carrer estret i fosc, envoltat d’arbres famèlics i façanes plenes de grafitis. Mentre buscaves les claus, jo anava esguardant les fotografies que tenies penjades a la paret. En totes es repetia la imatge d’una dona jove, de cabells castanys i mirada blava.
-Estàs casat?
-Ho dius per les fotografies? Era la meva dona, sí.
-Era?
-Sí, va morir fa un any i mig. Esperàvem un fill, saps? Però hi va haver complicacions i els vaig perdre als dos.
-Ho sento. No volia...
-No, tranquil·la, ho tinc superat. No pateixis. Vinga, ja estic. Som-hi, doncs.
Però no, no ho havies superat. Vaig veure la pena als teus ulls. Els tenies amarats de llàgrimes tot i que no me’ls deixaves veure. Llavors, abans d’obrir la porta, vaig pentinar els teus cabells, i després vaig resseguir la línia de les teves pestanyes eixugant alguna llàgrima que surava. Tu em vas somriure. Et vaig agafar les claus d’una estrebada i te les vaig llençar damunt el sofà.
-Què fas?
-No vull que em duguis a casa. Em vull quedar amb tu, aquesta nit.
I em vaig acostar i, delicadament, vaig començar a besar-te. Començant pel front, lliscant pels ulls, enfilant-me cap a les orelles, vorejant el nas, xuclant-te la barbeta, estremint-te el coll. I quan ja no podíem més, d’excitats que estàvem, els nostres llavis es van fondre en un petó dolç i humit que semblava no tenir final. I després, va venir el teu rebuig.
-No pot ser.
-Deixa’t anar. No pensis.
-És una bogeria. M’agrades molt, però això no ens porta enlloc.
-Si us plau, no diguis res.
-No, no, no ho podem fer això.
-Per què no? Ens agradem.
Per bé que de la teva boca sortien paraules de rebuig, del teu cos continuaven brollant envers el meu, carícies fràgils i petons ardents. Amb la roba a mig descordar, el soroll metàl·lic d’unes claus al pany va interrompre definitivament el nostre joc de seducció. I el xerric de la porta va donar pas a una cara coneguda, a qui ningú havia convidat a entrar...
Era el Francesc, el meu Francesc! Vaig obrir els ulls tant com vaig poder com si no m’acabés de creure allò que, aquestos, transmetien al meu cervell. Què coi hi feia allí? No entenia res. Ens vas mirar amb el cap cot, sense dir res. No calien paraules. Tu i el Francesc...
No sabria dir qui es va quedar més glaçat dels tres. Si el Francesc en veure’m en actitud afectuosa amb el seu amant. Si tu, Carles, en adonar-te que el Francesc i jo érem parella. O jo que, no entenia com el destí havia pogut ser tan cruel amb mi enfrontant-me vilment a una situació tan compromesa i inversemblant.Amb els ulls vacil·lants i una mica esporuguits, com els d’una criatura que espera el càstig per haver fet una malifeta, vaig fer el gest de sortir per on havia entrat. Però el Francesc se’m va avançar. Llençant les claus sobre la taula del menjador, va esmunyir-se per la porta que encara restava oberta, sense dir res, sense ni tan sols mirar-me. I jo, ni tan sols vaig anar al seu darrere. Aleshores, tu, Carles, vas deixar anar un sospir de lleugeresa. Vas anar cap a la porta, sense deixar de mirar-me, com esperant el meu consentiment, i la vas tancar, i vas passar la balda lentament, com deixant enrera una etapa de la teva vida, i de la meva.

Bonitas palabras de la A a la Z

Almizcle. Begonia. Camelia. Chumbera. Doncella. Enebro. Fragancia. Gacela. Hojalata. Iceberg. Jarabe. Keroseno. Laberinto. Llama. Mantecado. Naftalina. Ñoño. Oquedad. Perenne. Quórum. Renacuajo. Salamandra. Trenza. Umbral. Verbena. Wolframio. Xenón. Yuca. Zafiro.

¿A la hora de escoger, qué tiene una palabra que no tenga otra? ¿Una buena sonoridad? ¿La capacidad de transmitir sensaciones, eventos o anhelos? ¿Una especie de imán? ¿O, simplemente, su elección, es producto del azar? Quizá, el hecho de que una palabra nos apetezca más que otra es tan sencillo como cuando abrimos un libro por una página cualquiera y nuestra mirada va dirigida hacia un punto de la hoja, ya sea a la derecha o a la izquierda, sencillamente porqué el ángulo de visión es aquel precisamente. Y nuestra elección se centra en unas tres o cuatro palabras únicamente, de las cuales seleccionamos la que se nos presente más innovadora, más bella, más subsistente. Y decidimos. Apostamos por una de ellas. Al fin y al cabo, no deja de ser una selección natural, pero referida a los vocablos. De ahí la importancia de los diccionarios de sinónimos. Un caudal infinito de términos que no hacen más que abastecer y enriquecer nuestro vocabulario.
Así como una misma palabra puede generar acepciones distintas. Un mismo significado puede contemplarse desde el punto de vista de una gran variedad de palabras, que sería este nuestro caso. Eso sí, en función del contexto, utilizaríamos la más apropiada. Pero ese derecho a escoger entre diferentes términos para expresar un mismo significado ya nos ofrece un enorme poder sobre la escritura. Y a partir de este estadio, de encontrar la palabra que nos conviene, jugamos a conjugar las frases, hasta llegar a la construcción del relato, y de ahí a la novela. Parece fácil pero no lo es. La creación literaria empezará su camino siempre y cuando nuestro pensamiento se centre en el duro pero a la vez satisfactorio propósito de inventar historias inspiradas a partir de imágenes, olores, roces, sensaciones, sentimientos, como quien pinta un cuadro surrealista o quien esculpe una figura de barro con el único instrumento que sus propias manos o quien proyecta un edificio vanguardista en pleno barrio gótico. ¿Originalidad? ¿Innovación? ¿Espíritu rebelde? ¿Valentía? ¿Genialidad?
Personalmente, soy una apasionada del modernismo versus surrealismo. Tanto la arquitectura de Gaudí como las pinturas y esculturas de Dalí, casualmente dos personalidades con nombres parecidos, no dejan de sorprenderme. Ese gusto por la provocación despreciando lo mediocre ya es de por sí meritorio en una sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX, acuciada por la crisis en todos los ámbitos. Las formas curvas del arquitecto, inspiradas en la propia naturaleza. Los retratos y esculturas surrealistas, perfectamente trazados, que parecen salidos de un pasaje onírico propio de las mejores o peores pesadillas del genial pintor-escultor.
Al igual que la genial escritora Anaïs Nin, nacida también a principios de siglo, una mujer que con tan solo 11 años empezó a escribir una literatura inquietante y provocadora. Sus Diarios relatan con una sinceridad y madurez impactante su vida, sus impresiones y sus frecuentes relaciones adúlteras, incestuosas, lésbicas y licenciosas. Una mujer ante todo independiente que sobrevivió a los prejuicios de principios del siglo XX. Un icono de sinceridad en una sociedad teñida enormemente de hipocresía. A pesar de su neurosis, quien sabe si no fue provocada por su genialidad, supo estar a la altura del vanguardismo y de la libertad imperante ya en la época, con todo lo que ello le comportaba por ser mujer. No puedo esconder mi admiración por esta dama de la escritura, pero sin dejar de lado que fue, ante todo, una mujer extremadamente valiente, sincera, avanzada a su tiempo, independiente, sumamente inteligente y con las ideas muy claras, capaz de romper moldes con una escritura femenina, cuando la literatura hasta entonces había sido patrimonio patriarcal.

Volviendo al primer párrafo, retomando más tarde el anterior por su extrema importancia para mí, releo las palabras escritas, y me cercioro de que abundan las que hacen referencia al sentido del olfato. No sé si tiene relación alguna con mi elección. Eso se lo dejaría a Freud. Pero me obstina la aparición de animales, vegetales y minerales, sin ser una intención premeditada. Mi elección no era ni mucho menos hacer una clasificación alfabetizada de los mismos. Los resultados son los que son, y si vuelvo a ellos, no deja de perturbarme la idea de que nuestras palabras ya estén labradas antes de exponerlas en un papel. Ni mucho menos quiero quitar méritos a los escritores, sólo faltaría. Pero me apetece jugar con tiento, con el hecho de crear a partir de unas simples letras un rosario de palabras que puede que hasta den lugar a frases que construyan relatos. Quien sabe?

Estoy ansiosa de escritura. Eso se nota. Intento encontrar el camino que me lleve a empezar a escribir esa primera palabra que cuesta tanto de encontrar. Luego, las demás, vienen seguidas como por arte de magia. Parece mentira, pero es así. Es como si hiciera falta una chispa para encender una llama. El problema es que en estos momentos carezco de encendedor...

Lo Castell

Javier o JJ para los compis

Todo lo que tiene de alto lo tiene de buen amigo!

Hola Marineta!!!!


Smuac! Te quiero!

Les meves íntimes



Les meves íntimes: M Jesús i Joana

Elles són les ànimes bondadoses que llegeixen els meus relats amb la paciència d'un sant. Des d'aquí, gràcies guapes!