divendres, de gener 26, 2007

S.O.S.

Las previsiones son desalentadoras. El cambio climático se acelera a golpe de enemistarnos con la naturaleza. Sin darnos cuenta, estamos acabando con un mundo construido peldaño a peldaño con nuestras propias manos, las mismas que ahora destruyen los cimientos. El planeta azul se queja. Lo hace como un bebé, sólo que no derrama lágrimas. Movimientos tectónicos sacuden el interior, resquebrajando el exterior. El fuego hace brasa de los árboles, combustionando los procesos de la vida. Las lluvias, cada día más escasas, ya no cubren los pantanos. La sequía se instaura en los campos de regadío. No hay pasto para el ganado. La ambición por ganar más con menos hace que la agricultura y la ganadería arrinconen la ley de la naturaleza para dejar paso a una manipulación que nos pasa ya factura. No hay tiempo para reflexionar. Todo transcurre rápido i superficialmente. Se impone la cultura fast, dejando rastro en nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. Nos creemos muy listos por dar esquinazo a la artesanía en pro de la sociedad de las nuevas tecnologías. Para qué desperdiciar nuestro tiempo que es oro, si podemos producir lo mismo en un clic, sin derrochar sudor aunque sí dinero. Nuestros hijos absorben esta velocidad y, encontrándola normal, se sumergen en esta cultura del desasosiego, del estrés, de la competitividad. Sin saberlo, se ven envueltos en un centrifugado de mil revoluciones donde se deshacen de todo aquello que les molesta a la hora de conseguir sus objetivos que, lejos de ser vitales, son mayormente materiales. Solo se pliegan a las cosas consumibles, de usar y tirar. Lo duradero está demodé. Así como la voz de la experiencia, la de nuestros mayores, aquella que tantas veces nos ha recordado que existe el sentido común. Hoy en día, nuestros mayores crecen solos sin nadie a quien explicar sus aventuras. Y tambien nuestros pequeños, demasiado atareados con las actividades extraescolares, crecen solos sin ninguna imagen a quien parecerse. Y nosotros, los padres de nuestros hijos y los hijos de nuestros padres, desviamos los ojos hacia el horizonte buscando el secreto de la felicidad, arrastrando por el camino a todo aquel o a todo aquello que nos haga sombra, con el único objetivo que encontrarnos. Ante eso todo cabe: nuestra salud, nuestro dinero, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestro amor. El carpe diem de nuestra generación nos lleva a pensar que el fin justifica los medios, que no se hace camino al andar sinó que son los pies que nos llevan a la meta. Sacrificando todo aquello que hemos heredado de nuestros padres.
Delante del caos debemos pararnos a pensar si vale la pena destrozar nuestra senda con el único objetivo que alimentar nuestro ego. Nuestro planeta Tierra sufre desequilibrios varios provocados por la mano del hombre. Guerras, contaminación, desforestación, residuos, derroche de energía.

Siento pena por mi hijo, mis nietos, mis biznietos. La suya será una árdua labor de reconstrucción cuando no de creación de un nuevo mundo. Ahora que, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.